«Hoy Cuenca se mira con los ojos de su Madre. Y en ellos se reconoce». La imagen de la Virgen de la Luz, engalanada con sus mejores galas fue el centro de todas las miradas y oraciones.
Los eventos se iniciaron a las 12 de la mañana con una ceremonia religiosa que abarcó cuerpos y corazones en homenaje a la Madre de Cuenca, encabezada por el obispo de la diócesis de Cuenca, monseñor José María Yanguas, con la participación de las primeras autoridades, tanto civiles como militares. El Coro de la parroquia Virgen de la Luz actuó en la sección musical, acompañado por Rafael Diaz Valencia en el órgano.

Se prevé para esta tarde el Besamanos y la consagración de los niños, con el objetivo de preservar el legado vivo. Será a partir de las 18:00 horas cuando numerosas familias crucen sus caminos ante la Virgen para mostrar a sus hijos, algunos nacidos este mismo año, en un acto de amor, de salvaguarda y de esperanza para el futuro. Todos ellos se llevarán su recuerdo.
La ceremonia finaliza a la medianoche con la Salve popular a los pies del altar. Se escuchará una voz en el silencio sagrado de la noche de Conquense: la voz enérgica de un pueblo que emite su alma. No existe una tradición más limpia, más enérgica, más viva. Velas prendidas, manos entrelazadas, lágrimas resplandecientes en los ojos… y una seguridad común: la Virgen de la Luz continúa siendo luz en la noche, consuelo en la melancolía y orgullo en la felicidad.

Este primero de junio no ha sido simplemente una fecha en el calendario: representó un reencuentro, una renovación de compromisos, un abrazo incondicional entre una ciudad y su Reina. Cuenca no olvida. Cuenca piensa, ríe, llora y avanza de la mano de su María. Desde hace miles de años… y por eternidad.
Cuenca no se comprende sin la presencia de su Madre.» Porque siempre está presente en todo: en nuestras calles, en nuestros recuerdos, en nuestras vidas.